Draco Malfoy y los héroes del Olimpo - Chapter 5 - Luka_sama - Harry Potter (2024)

Chapter Text

Claramente era una trampa, nada bueno en la vida puede ser gratis, pero la situación del hotel había logrado engañarlos a todos, menos a Percy al final, lo cual es raro; de todos es el más torpe. Pero bueno, no pueden hacer nada cuando tienen que escapar; fue difícil porque realmente se había abierto otra sala de juegos y Draco quería ir con Grover, pero al final no pudieron. Salir al mundo real era…doloroso, si fuera por Draco se quedaría en ese lugar hasta el final de los tiempos, pero los otros 3 parecían pensar que era importante cumplir la misión y que el fin del mundo por los olimpos.

Hogwarts parecía una buena idea ahora.

En su lugar tomaron un Taxi para los… ¿ángeles?, Draco no tenía una buena idea de algunas partes de este país. Annabeth utilizo las tarjetas de plástico del casino, que parecían ser como magia para que el señor aburrido del coche amarillo los aceptase.

Luego por algunas palabras de Annabeth, utilizo una velocidad de poca seguridad.

Draco duda que fuera seguro, incluso para los muggles.

Los momentos el casino parecen algo borrosos, entre esos momentos parece abochornado por la charla con Annabeth, pero al menos ya no le estaba dando miradas asesinas.

Grover parecía alegre por eso.

Percy contaba sobre sueños borrosos y cosas que parecían interpretar que todo se pondría peor. Lo cual Draco dudaba. Pero se sorprendió porque al final del día Percy se metió a una zona con agua que parecía ser la contaminación muggle que odiaban los magos, no podría ser salubre, en eso todos menos Percy estaban de acuerdo.

Pero su padre le hablaba así.

¿Quién era Draco para cuestionarlo?

Él no iba entrar ahí y por el rostro de Annabeth y Grover, ellos tampoco.

Seguían confiando que el culpable de todo era Hades.

¿Lo era?

Draco no encontraba sentido, si bien en la historia griega que no es ficción como pensó, Hades como muchos otros no eran amistosos con Zeus, pero este plan no tendría sentido. De todos los olimpos, no creía que fuera Hades, pero de alguna forma las pistas apuntaban a este, por lo cual Draco prefiere mantener silencio ya que la última vez que le comento a Percy este se enojó.

Pero…si fuera otra persona.

¿Quien?

Es alguien que quisiera que cayeran los grandes, alguien que se beneficiaria de eso, por lo cual podrían ser dioses menores, pero esos usualmente no creaban un caos tan grande.

—Tengo perlas—anuncio Percy curioso, Draco las vio y lo peor que pudo pasar fue que no se sorprendió en absoluto de esta cosa absurda.

Y probablemente el no sorprenderse sobre las cosas anormales, debería ser una sorpresa en sí mismo, porque se estaba acostumbrando a esto.

Oh no.

.

.

Las noches en los ángeles eran horribles, Draco vería todo con incredulidad, porque no entendía como alguien como él termino en una ciudad muggle de mala monta de noche. Los Ángeles es una ciudad extensa y caótica en la que resulta difícil moverse. Este lugar era grande siendo además escandalosa, rara y difícil de navegar. El solsticio de verano sería el día siguiente y los dioses probablemente se asesinarían, así que solo queda un día para que todo termine.

El casino les había quitado demasiado días y no se habían dado cuenta, todo dentro parecía un parpadeo, pero ahora estaban en tiempo límite.

Se cruzaron con miembros de bandas (Percy le tuvo que explicar que eran mientras lo arrastraba), vagabundos y gamberros que les miraban intentando calibrar si valía la pena atracarnos. Al pasar por delante de un callejón, una voz desde la oscuridad les llamó.

Quisieron atacarlos, Percy uso su espada olvidando que solo servía para monstruos y terminaron corriendo.

Correr por sus vidas.

Su vida resumida en una frase.

Terminaron en el “Palacio de las Camas de Agua Crusty”.

Donde un tipo con aspecto de rapaz y ataviado con un traje años setenta, que medía por lo menos dos metros y era totalmente calvo. De piel grisácea, tenía párpados pesados y una sonrisa reptiloide y fría, intento asesinarlos, lo cual era tan poco sorprendente que Draco solo suspiro.

Su nueva normalidad era aterradora.

Masaje a cien manos.

Basura.

Que resulto ser Procrustes el estirador, ya saben el gigante que había intentado matar a Teseo con exceso de hospitalidad de camino a Atenas.

Percy termino salvándolos cuando Annabeth, Grover y Draco fueron sujetados a la cama, lo cual es una burla a que incluso eso puede asesinarlos.

Draco no sabe si pensar si el mundo muggle o el de los dioses es lo malo en este mundo.

Quiere volver a Hogwarts.

.

.

—Ya quiero volver al campamento, no pensé que lo extrañaría tanto—musita Draco mientras camina por este extraño lugar.

¿Por qué estaban en camino a la tierra de los muertos?

Ah así, porque pensaban que Hades era el malo de la historia, aunque Draco duda de eso, no es que importe. Tiene la sensación de que Percy está aquí por algo más, pero ha aprendido que algunos comentarios es mejor ahorrárselos.

Grover a su lado tampoco parece tan positivo como Annabeth o Percy.

Primero tuvieron que entrar en la recepción de EOB. Donde una música suave de ascensor salía de altavoces ocultos. La moqueta y las paredes eran gris acero. En las esquinas había cactus como manos esqueléticas. El mobiliario era de cuero negro, y todos los asientos estaban ocupados. Había gente sentada en los sofás, de pie, mirando por las ventanas o esperando el ascensor. Nadie se movía, ni hablaba ni hacía nada. Con el rabillo del ojo los veía a todos bien, pero si se centraba en alguno en particular, parecían transparentes. Veía a través de sus cuerpos.

El mostrador del guarda de seguridad era bastante alto, así que teníamos que mirarlo desde abajo.

Era un negro alto y elegante, de pelo teñido de rubio y cortado estilo militar. Llevaba gafas de sol de carey y un traje de seda italiana a juego con su pelo. También lucía una rosa negra en la solapa bajo una tarjeta de identificación.

Caronte.

Bueno el prefirió Señor Caronte, jura que escucho susurrar a Percy algo como: “¿Por qué no puedo ser yo Señorito Muggle?”, sin entender bien de que hablaba Draco todavía.

Lo ignora.

No está seguro como Percy lo convenció, pero lograron bajar al inframundo, lo cual cada que se acercaban, Draco estaba seguro de querer dar un paso atrás.

Mientras bajaba al mundo de los muertos, Draco tuvo un segundo para odiar a su yo de primer año, que por un momento había sido celoso de las aventuras del trio dorado de San Potter, ya no los envidia, quiere volver a su vida aburrida; pero duda que sea capaz.

Esto parece ser de las cosas eternas a tu alrededor.

El aire se tornó neblinoso. Los espíritus que les rodeaban empezaron a cambiar de forma. Sus prendas modernas se desvanecieron y se convirtieron en hábitos grises con capucha. El suelo del ascensor empezó a bambolearse.

Draco quiere vomitar cuando salen de ahí.

Porque luego del estúpido ascensor que de no ser porque era necesario, no hubiera entrado, ahora era todo una puta barcaza. Caronte empujaba una pértiga a través de un río oscuro y aceitoso en el que flotaban huesos, peces muertos y otras cosas más extrañas: muñecas de plástico, claveles aplastados, diplomas de bordes dorados empapados.

— El río Estige —murmuró Annabeth—. Está tan…—

¿Horripilante?

El peor lugar del mundo.

Un lugar que le provoca escalofríos a Draco y solo quiere irse al campamento, dormir en una de las estúpidas cabañas de Hermes, comer comida estúpida, vestir estúpidas camisas naranjas.

Extrañaba el campamento mestizo.

La pared de lava parece casi dulce ahora.

— Contaminado —la ayudó Caronte—. Durante miles de años, vosotros los humanos habéis ido tirando de todo mientras lo cruzabais: esperanzas, sueños, deseos que jamás se hicieron realidad. Gestión de residuos irresponsable, si vamos a eso—

Muggles quiso decir Draco, un mago jamás haría esto al planeta tierra, pero los muggles eran horrorosos.

La niebla se enroscó sobre la mugrienta agua. Por encima de ellos, casi perdido en la penumbra, había un techo de estalactitas. Más adelante, la otra orilla brillaba con una luz verdosa, del color del veneno.

¿Qué estaba haciendo allí?

Toda aquella gente alrededor…estaban muertas.

Muggles.

Magos.

Personas.

Draco fue sujetado por Grover, mientras se sujetaba a Draco dándole una suave mirada amable, pero no podía entender que estaba pasando. Percy y Annabeth estaban unidos, Draco no le importo por primera vez en estos días, en realidad estaba horrorizado por otra comprensión.

Somos mejores, somos superiores, los muggles no valen nada.

Sus padres siempre le enseñaron la supremacía de sangre.

¿Pero aquí?

En el inframundo.

Eso no importaba.

Muerte para todos por igual.

Draco se escalofrió, Grover lo abrazo con más fuerza, mientras intentaba tranquilizarse. 12 años de su vida creyó sobre la supremacía de sangre, pero si al final, el final de toda vida era la misma, entonces Draco se siente dividido sobre sus crianzas y la realidad. Puede que los muggles fueran sucios, pero en este viaje había visto sobre cosas asombrosas que podían hacer, similares o incluso mejores que los magos.

Había pensado que era superior.

Pero todo este viaje, le demostró lo ignorante que era del mundo real, como su diminuto mundo se había expandido de forma magistral. No solo muggles, los olimpos, el campamento mestizo.

¿Estaba mal?

Su pensamiento no había sido correcto, no lo sabía con certeza, pero no era el momento para tener una especie de iluminación sobre sus principios.

Quiso quejarse, pero no había tiempo.

La orilla del inframundo apareció ante su vista. Unos cien metros de rocas escarpadas y arena volcánica negra llegaban hasta la base de un elevado muro de piedra, que se extendía a cada lado hasta donde se perdía la vista. Llegó un sonido de alguna parte cercana, en la penumbra verde, y reverberó en las rocas: el gruñido de un animal de gran tamaño.

La quilla de la barcaza se posó sobre la arena negra. Los muertos empezaron a desembarcar. Una mujer llevaba a una niña pequeña de la mano. Un anciano y una anciana cojeaban agarrados del brazo. Un chico, no mayor que ellos, arrastraba los pies en su hábito gris.

Muertos.

¿Que hizo Draco aquí?

Estaba horrorizado.

En este lugar, donde al final, no hizo nada trascendental por la vida.

Caronte contó sus monedas de oro en su bolsa y volvió a agarrar la pértiga. Entonó algo que parecía una canción mientras conducía la barcaza vacía de vuelta al otro lado.

—Vamos—apresuro Grover a todos, siguiendo los espíritus por el gastado camino.

Había tres entradas distintas bajo un enorme arco negro en el que se leía: «está entrando en erebo.» Cada entrada tenía un detector de metales con cámaras de seguridad encima. Detrás había cabinas de aduanas ocupadas por fantasmas vestidos de negro como Caronte.

El rugido del animal hambriento se oía muy alto, pero no pudo ver de dónde procedía. El perro de tres cabezas, Cerbero, que supuestamente guardaba la puerta del Hades, no estaba por ninguna parte.

Los muertos hacían tres filas, dos señaladas como «EN SERVICIO», y otra en la que ponía: «MUERTE RÁPIDA.» La fila de muerte rápida se movía velozmente. Las otras dos iban como tortugas.

— ¿Qué te parece? —le pregunto Percy a Annabeth.

— La cola rápida debe de ir directamente a los Campos de Asfódelos —dijo—. No quieren arriesgarse al juicio del tribunal, porque podrían salir mal parados—

— ¿Hay un tribunal para los muertos? —

— Sí. Tres jueces. Se turnan los puestos. El rey Minos, Thomas Jefferson, Shakespeare; gente de esa clase. A veces estudian una vida y deciden que esa persona merece una recompensa especial: los Campos Elíseos. En otras ocasiones deciden que merecen un castigo. Pero la mayoría… en fin, sencillamente vivieron, son historia. Ya sabes, nada especial, ni bueno ni malo. Así que van a parar a los Campos de Asfódelos—

Draco hizo una mueca, sin saber que considerar de su vida. No había hecho nada trascendental en realidad, pero no podía decir que fue una buena persona, no luego de todo esto. Había tratado mal a los muggles, sangre sucia, mestizos toda su vida.

Aquí, en el inframundo, eso no parecía de buenas personas.

Para él no estuvo mal, era su vida, era mejor que otros.

Siempre pensó así.

Pero ahora…

Draco tiene miedo de ese juicio.

— ¿A hacer qué? —

— Imagínate estar en un campo de trigo de Kansas para siempre —contestó Grover.

— Qué agobio —respondió Percy.

— Tampoco es para tanto —murmuró Grover—. Mira. —Un par de fantasmas con hábitos negros habían apartado a un espíritu y lo empujaban hacia el mostrador de seguridad. El rostro del difunto se resultaba vagamente familiar—. Es el predicador de la tele, ¿te acuerdas? —

— Anda, sí. —

¿Qué era un predicador?

Draco ladeo el rostro.

—Enseñan sobre religión—susurro Annabeth con mirada comprensiva, todo este tiempo sin presionar mucho por el desconocimiento.

Religión, cosas en lo que creen los muggles.

—Entonces… ¿ira al lado bueno? —cuestiono Draco curioso y Percy los vio fijamente.

— Castigo especial de Hades —supuso Grover—. La gente mala, mala de verdad, recibe una atención personal en cuanto llegan. Las Fur… Las Benévolas prepararán una tortura eterna para él—

O tal vez no lugar bueno.

Ser muggle era un misterio.

— Pero si es predicador y cree en un infierno diferente… —objeto Percy.

Grover se encogió de hombros.

— ¿Quién dice que esté viendo este lugar como lo vemos tú y yo? Los humanos ven lo que quieren ver. Sois muy cabezotas… quiero decir, persistentes—

Al final terminaron acercándose a las puertas. Los alaridos se oían tan alto que hacían vibrar el suelo bajo sus pies, aunque seguía sin localizar el lugar del que procedían.

Entonces, a unos quince metros delante, la niebla verde resplandeció. Justo donde el camino se separaba en tres había un enorme monstruo envuelto en sombras. No lo había visto antes porque era semitransparente, como los muertos. Si estaba quieto se confundía con cualquier cosa que tuviera detrás.

Sólo los ojos y los dientes parecían sólidos. Y estaba mirando a Percy.

Lo que faltaba.

.

.

Annabeth logro controlar al can de los infiernos de 3 cabezas con una pelota, Percy se quejó, pero Draco lo arrastro porque a estas alturas del viaje, había aprendido a no hacer preguntas y seguir adelante por otro día más con vida. Casi salen de esa, pero las luces comenzaron a chillar y gritar algo como: «¡Posesiones no autorizadas! ¡Detectada magia!».

Cerbero empezó a ladrar.

Tuvieron que correr.

Lo típico de un viaje como el suyo.

.

.

Los Campos de Asfódelos no era tan agradable, era un lugar enorme, un campo millones de veces más grande que Hogwarts o todo su terreno junto, no hay ruido, luz, solo multitudes susurrantes que sólo pululan en las sombras, esperando algo que nunca empezará. La hierba negra llevaba millones de años siendo pisoteada por pies muertos. Soplaba un viento cálido y pegajoso como el hálito de un pantano. Aquí y allá crecían árboles negros, y Grover les dijo que eran álamos.

El techo de la caverna era tan alto que bien habría podido ser un gran nubarrón, pero las estalactitas emitían leves destellos grises y tenían puntas afiladísimas. Intento no pensar que se les caerían encima en cualquier momento, aunque había varias de ellas desperdigadas por el suelo, incrustadas en la hierba negra tras derrumbarse. Supone que los muertos no tenían que preocuparse por nimiedades como que te despanzurrara una estalactita tamaño Hagrid el jardinero.

No pudo evitar buscar rostros familiares entre los que deambulaban por allí, pero los muertos son difíciles de mirar. Sus rostros brillan. Todos parecen enfadados o confusos. Se les acercan y les hablan, pero sus voces suenan a un traqueteo, como a chillidos de murciélagos. En cuanto advierten que no pueden entenderlos, fruncen el entrecejo y se apartan.

Los muertos no dan miedo. Sólo son tristes.

«Juicios para el Elíseo y la condenación eterna. ¡Bienvenidos, muertos recientes!»

Si.

Este lugar era horrible.

Por la parte trasera había dos filas más pequeñas.

A la izquierda, espíritus flanqueados por demonios de seguridad marchaban por un camino pedregoso hacia los Campos de Castigo, que brillaban y humeaban en la distancia, un vasto y agrietado erial con ríos de lava, campos de minas y kilómetros de alambradas de espino que separaban las distintas zonas de tortura. Incluso desde tan lejos, veía a la gente perseguida por los perros del infierno, quemada en la hoguera, obligada a correr desnuda a través de campos de cactos o a escuchar ópera. Vislumbro más que vio una pequeña colina, con la figura diminuta de Sísifo dejándose la piel para subir su roca hasta la cumbre.

Horrible.

Terrorífico.

Draco no quería morir y terminar aquí.

La fila que llegaba del lado derecho del pabellón de los juicios era mucho mejor. Esta conducía pendiente abajo hacia un pequeño valle rodeado de murallas: una zona residencial que parecía el único lugar feliz del inframundo. Más allá de la puerta de seguridad había vecindarios de casas preciosas de todas las épocas, desde villas romanas a castillos medievales o mansiones victorianas. Flores de plata y oro lucían en los jardines. La hierba ondeaba con los colores del arco iris. Oí risas y olor a barbacoa.

El Elíseo.

En medio de aquel valle había un lago azul de aguas brillantes, con tres pequeñas islas como una instalación turística en Italia. Las islas Bienaventuradas, para la gente que había elegido renacer tres veces y tres veces había alcanzado el Elíseo. De inmediato Draco supo que aquél era el lugar al que quería ir cuando muriera.

— De eso se trata —les dijo Annabeth como si se leyera el pensamiento—. Ése es el lugar para los héroes—

Héroe.

¿Draco era un héroe?

Medito sobre su viaje, aparte de ese incidente milagrosamente en el parque acuático, Draco no había hecho nada digno de ser un héroe en toda su vida. Cada paso que daba aquí, era como si repasara toda su vida, como si fuera otro muerto más. Podía verse siendo un niño, que siempre critico a otros, que se burló de los sangre pura pobres en fiesta sociales, se vio así mismo llamando pobre a la comadreja o sangre sucia a Granger.

No solo a ellos.

Había hecho eso cientos de veces antes, se había burlado de otros cruelmente, los había menospreciado, tratado mal, humillado.

Porque era un Malfoy, porque vivía en un mundo diferente, era mejor que ellos.

¿Lo era?

No.

Si muriera en se momento, en ese instante, iría directamente a los Campos de Asfódelos.

Maldición.

Abandonaron el pabellón del juicio y nos adentramos en los Campos de Asfódelos. La oscuridad aumentó. Los colores se desvanecieron de nuestras ropas. La multitud de espíritus parlanchines empezó a menguar.

Tras unos kilómetros caminando y de Draco recordando cada momento de su vida donde hizo mal a otros, empezaron a oír un chirrido familiar en la distancia. En el horizonte se cernía un reluciente palacio de obsidiana negra. Por encima de las murallas merodeaban tres criaturas parecidas a murciélagos: las Furias. se dio la impresión de que los esperaban.

Furia.

Como probablemente la que le ataco en la mansión Malfoy.

Sigue sin saber porque lo habían buscado aquella criatura.

Luego dejo de pensar porque los zapatos que Luke les había dado, casi llevan a Grover lejos de ellos por escapar de las furia y antes de saberlo por correr detrás de este en un mundo tan gris, estaban en la entrada del tártaro. Todos sacaron sus armas, incluso Draco saco los cuchillos que se le habían dado con nervios; hubiera preferido una lanza, pero un mendigo como aprendió, no puede elegir.

No lucharon, en su lugar caminaron con dificultad hasta llegar a las murallas externas de la fortaleza, que relucían negras, y las puertas de bronce de dos pisos de altura estaban abiertas de par en par. Cuando estuvieron más cerca, aprecio que los grabados de dichas puertas reproducían escenas de muerte.

Algunas eran de tiempos modernos muggle—una bomba atómica (Annabeth prometió explicar más sobre eso) explotando encima de una ciudad, una trinchera llena de soldados con máscaras antigás, una fila de víctimas de hambrunas africanas, esperando con cuencos vacíos en la mano—, pero todas parecían labradas en bronce hacía miles de años.

En el patio había el jardín más extraño que ha visto en su vida. Setas multicolores, arbustos venenosos y raras plantas luminosas que crecían sin luz. En lugar de flores había piedras preciosas, pilas de rubíes grandes como su puño, macizos de diamantes en bruto. Aquí y allí, como invitados a una fiesta, estaban las estatuas de jardín de Medusa: niños, sátiros y centauros petrificados, todos esbozando sonrisas grotescas.

En el centro del jardín había un huerto de granados, cuyas flores naranja neón brillaban en la oscuridad.

— Éste es el jardín de Perséfone —explicó Annabeth—. Seguid andando—

El aroma ácido de aquellas granadas era casi embriagador. Sintió un deseo repentino de comerlas, pero Draco recordó la historia de Perséfone: un bocado de la comida del inframundo y jamás podrían marcharse. Subieron por la escalinata de palacio, entre columnas negras y a través de un pórtico de mármol negro, hasta la casa de Hades. El zaguán tenía el suelo de bronce pulido, que parecía hervir a la luz reflejada de las antorchas. No había techo, sólo el de la caverna, muy por encima.

Supuso que allí abajo no les preocupaba la lluvia.

Cada puerta estaba guardada por un esqueleto con indumentaria de guerra. Algunos llevaban armaduras griegas; otros, casacas rojas británicas; otros, cosas muggles que no entiendo. Ninguno les molestó, pero sus cuencas vacías les siguieron mientras recorrieron el zaguán hasta las enormes puertas que había en el otro extremo.

Dos esqueletos con uniforme de muggle. Les sonrieron. Con armas muggles en su pecho.

— ¿Sabéis? —murmuró Grover—, apuesto lo que sea a que Hades no tiene problemas con los vendedores puerta a puerta—

Percy parecía cansado con la mochila en su espalda, por primera vez en este viaje parecía quejarse con su expresión al respecto.

Volteo a verlo y Draco ladeo el rostro.

— Bueno, chicos —dijo Percy—. Creo que tendríamos que… llamar—

Un viento cálido recorrió el pasillo y las puertas se abrieron de par en par. Los guardias se hicieron a un lado.

— Supongo que eso significa entrez-vous —comentó Annabeth.

Genial.

La sala era igual enorme y el hombre sentado en un trono, era…imponente. Hades tenía que ser, medía por lo menos tres metros de altura, e iba vestido con una túnica de seda negra y una corona de oro trenzado. Tenía la piel de un blanco albino, el pelo por los hombros y negro azabache. No estaba musculoso como Ares, pero irradiaba poder. Estaba repantigado en su trono de huesos humanos soldados, con aspecto vivaz y alerta. Tan peligroso como un hipogrifo.

Imponente.

Draco se escalofrió.

Aparte del señor D y de Ares, no había conocido otro olimpo, mucho menos uno de los 3 grandes y entendía porque sería tan imponente.

El aura hechizante de Hades le estaba afectando, como lo había hecho la de Ares. El Señor de los Muertos se parecía a las imágenes que había visto de Gellert Grindelwald o cualquier mago oscuro imponente; Voldemort jamás podría llegarles a los talones a este sujeto. Hades tenía los mismos ojos intensos, la misma clase de carisma malvado e hipnotizador.

— Eres valiente para venir aquí, hijo de Poseidón —articuló con voz empalagosa—. Después de lo que se has hecho, muy valiente, a decir verdad. O puede que seas sólo muy insensato—

Sintió un entumecimiento en todo el cuerpo, su rodilla flaqueo un poco queriendo arrodillarse, pero pudo controlarse sobre sus pies.

Hades le dio una leve mirada, que hizo a Draco escalofriarse, antes de voltear a Percy cuando comenzó hablar.

— Señor y tío, vengo a haceros dos peticiones—

Hades levantó una ceja. Cuando se inclinó hacia delante, en los pliegues de su túnica aparecieron rostros en sombra, rostros atormentados, como si la prenda estuviera hecha de almas atrapadas en los Campos de Castigo que intentaran escapar.

— ¿Sólo dos peticiones? —preguntó Hades—. Niño arrogante. Como si no te hubieras llevado ya suficiente. Habla, entonces. me divierte no matarte aún—

Draco le dio una mirada a Percy nerviosa, porque esto no estaba saliendo como esperaban y que el chico tragara saliva era una mala señal.

Estaban condenados.

Annabeth se aclaró la garganta y le hincó un dedo en la espalda a Percy.

— Señor Hades —dijo Percy—. Veréis, señor, no puede haber una guerra entre los dioses. Sería… chungo—

— Muy chungo —añadió Grover para echarles una mano.

Draco permaneció en silencio.

— Devolvedme el rayo maestro de Zeus —dijo el chico cabeza de alga—. Por favor, señor. Dejadme llevarlo al Olimpo—

Los ojos de Hades adquirieron un brillo peligroso.

Si.

Tal vez era hora de decir que no pensaba que Hades fuera el culpable, al rato y podría tener benevolencia de él, porque realmente ahora todo se ve como una pésima idea.

Estúpido vinculo que lo trajo aquí con Percy.

— ¿Osas venirme con esas pretensiones, después de lo que has hecho? —

Percy les dio una mirada vacilante a los otros dos, pero al verlo, reconoció como si algo de entendimiento estuviera en su rostro.

“La hemos cagado” decía su mirada, Draco le dio una mirada de “te lo dije idiota” que pareció hacerlo encogerse en su lugar.

— Esto… tío —dije—. No paráis de decir «después de lo que has hecho». ¿Qué ha hecho exactamente? —cuestiono Percy torpemente.

El salón del trono se sacudió con un temblor tan fuerte que probablemente lo notaron en Los Ángeles. Cayeron escombros del techo de la caverna. Las puertas se abrieron de golpe en todos los muros, y los guerreros esqueléticos entraron, docenas de ellos, de todas las épocas y naciones de la civilización occidental. Formaron en el perímetro de la sala, bloqueando las salidas.

— ¿Crees que quiero la guerra, diosecillo? —espetó Hades.

No contestes Percy, guarda silencio.

Las suplicas mentales de Draco no llegaron al chico.

— Sois el Señor de los Muertos —dijo con cautela—. Una guerra expandiría vuestro reino, ¿no? —

— ¡La típica frasecita de sus hermanos! ¿Crees que necesito más súbditos? Pero ¿es que no has visto la extensión de los Campos de Asfódelos? —

— Bueno…—

— ¿Tienes idea de cuánto ha crecido su reino sólo en este último siglo? ¿Cuántas subdivisiones he tenido que abrir? —

Abrió la boca para responder, pero Hades ya se había lanzado.

— Más demonios de seguridad —se lamentó—. Problemas de tráfico en el pabellón del juicio. Jornada doble para todo el personal… Antes era un dios rico, Percy Jackson. Controlo todos los metales preciosos bajo tierra. Pero ¡y los gastos! —

— Caronte quiere que le subáis el sueldo —aprovecho para decirle.

Draco estaba seguro que si Hades no lo asesinaba, lo haría Draco.

Lo mira con ojos de promesa de muerte, mientras siente a Annabeth y Grover verlo incrédulo, al menos sabe que sus otros dos compañeros saben que hay que tenerle respeto a uno de los 3 grandes del olimpo. Es como si este chico no conociera el significado de respeto…o autoconservación.

— ¡No se hagas hablar de Caronte! —bramó Hades, lo cual es bueno, no está asesinando a nadie, aunque podría fácilmente—. ¡Está imposible desde que descubrió los trajes italianos! Problemas en todas partes, y tengo que ocuparme de todos personalmente. ¡Sólo el tiempo que tardó en llegar desde palacio hasta las puertas se vuelve loco! Y los muertos no paran de llegar. No, diosecillo. ¡No necesito ayuda para conseguir súbditos! Yo no ha pedido esta guerra—

— Pero os habéis llevado el rayo maestro de Zeus—

Que alguien silencie a Percy Jackson, Draco esta por ir hacía él para hacerlo por su cuenta, pero es detenido por Grover y Annabeth.

Hades no lo ve.

— ¡Mentiras! —Más temblores. Hades se levantó del trono y alcanzó una enorme estatura—. Tu padre puede que engañe a Zeus, chico, pero yo no soy tan tonto. Veo su plan—

— ¿Su plan? —

— Tú robaste el rayo durante el solsticio de invierno —dijo—. Tu padre pensó que podría mantenerte en secreto. Te condujo hasta la sala del trono en el Olimpo y te llevaste el rayo maestro y su casco. De no haber enviado a su furia a descubrirte a la academia Yancy, Poseidón habría logrado ocultar su plan para empezar una guerra. Pero ahora te has visto obligado a salir a la luz. ¡Tú confesarás ser el ladrón del rayo, y yo recuperaré su yelmo! —

— Pero… —terció Annabeth, desconcertada aun sujetando a Draco—. Señor Hades, ¿vuestro yelmo de oscuridad también ha desaparecido? —

Espera.

Un Yelmo que te hace invisible.

Desapareció.

Su cabeza comienza a trabajar rápidamente.

— No te hagas la inocente, niña. Tú y el sátiro habéis estado ayudando a este héroe, habéis venido aquí para amenazarme en nombre de Poseidón, sin duda habéis venido a traerme un ultimátum. ¿Cree Poseidón que puede chantajearme para que lo apoye? —

— ¡No! —replico Percy—. ¡Poseidón no ha… no ha…!—

— No ha dicho nada de la desaparición del yelmo —gruñó Hades—, porque no albergaba ilusiones de que nadie en el Olimpo se ofreciera la menor justicia ni la menor ayuda. No puedo permitirme que se sepa que su arma más poderosa y temida ha desaparecido. Así que te busqué, y cuando quedó claro que venías a mí para amenazarme, no te detuve—

— ¿No nos detuvisteis? Pero…—

— Devuélveme su casco ahora, o abriré la tierra y devolveré los muertos al mundo —amenazó Hades—. Convertiré vuestras tierras en una pesadilla. Y tú, Percy Jackson, tu esqueleto conducirá su ejército fuera del Hades—

Los soldados esqueléticos dieron un paso al frente y prepararon sus armas.

— Sois tan chungo como Zeus —le dijo Percy—. ¿Creéis que os ha robado? ¿Por eso enviasteis a las Furias por mí? —

— Por supuesto. —

— ¿Y los demás monstruos? —

Hades torció el gesto.

— De eso no sé nada. No quería que tuvieras una muerte rápida: quería que te trajeran vivo ante mí para que sufrieras todas las torturas de los Campos de Castigo. ¿Por qué crees que te ha permitido entrar en su reino con tanta facilidad? —

— ¿Tanta facilidad? —

— ¡Devuélveme su yelmo! —

— Pero yo no lo tengo. ha venido por el rayo maestro—

— ¡Pero si ya lo tienes! —gritó Hades—. ¡Has venido aquí con él, pequeño insensato, pensando que podrías amenazarme! —

Bueno, ahí tiene un buen punto, piensa Draco aburrido.

No tienen el rayo.

— ¡No lo tengo! —

— Abre la bolsa que llevas—

Oh.

Vaya.

Todos voltearon a ver a Percy, que se descolgó la mochila y abría la cremallera con el rostro pálido, Draco cierra los ojos antes que sacara cualquier cosa.

Han sido tendidos en una trampa, son la carnada.

Como se hizo en los juegos de la bandera con Percy hace unos días (aunque parece una eternidad ahora), fueron usados otra vez.

Abre sus ojos para ver como dentro de la mochila había un cilindro de metal de medio metro, con pinchos a ambos lados, que zumbaba por la energía que contenía.

— Percy —dijo Annabeth—, ¿cómo…? —

— N-no lo sé. No lo entiendo—

Percy lo ve como esperando una explicación, pero al ver su mirada, debe estar recordando la charla…su rostro se llena de horror al pensar en que han sido puestos en una trampa.

Lo sabe.

Draco traga saliva, porque no cree que Percy fuera el ladrón del rayo, pero no importa ahora.

— Todos los héroes sois iguales —apostilló Hades—. Vuestro orgullo os vuelve necios… Mira que creer que podías traer semejante arma ante mí. No ha pedido el rayo maestro de Zeus, pero, dado que está aquí, se lo entregarás. Estoy seguro de que se convertirá en una excelente herramienta de negociación. Y ahora… su yelmo. ¿Dónde está? —

— Señor Hades, esperad —hablo Draco al fin colocándose frente a Percy—. Todo esto es un error—

— ¿Un error? —rugió.

Los esqueletos apuntaron sus armas. Desde lo alto se oyó un aleteo, y las tres Furias descendieron para posarse sobre el respaldo del trono de su amo. Una de ellas sonrió, ansiosa, e hizo restallar su látigo.

Se sintió pequeño.

Durante el viaje siempre se había ocultado detrás de los otros 3, pero ahora estaba frente a Hades, el dios del inframundo que podría elegir donde pasaría la eternidad.

Y podría imaginar que no era un buen lugar.

Se escalofrió ligeramente, pero la presencia de Percy a su espalda hizo que se odiara por no poder irse.

— No se trata de ningún error —prosiguió Hades—. Sé por qué has venido; conozco el verdadero motivo por el que ese mocoso traído el rayo. Has venido a cambiarlo por ella—

De la mano de Hades surgió una bola de fuego. Explotó en los escalones frente a ellos, y allí estaba una mujer, congelada en un resplandor dorado.

No podía hablar.

Percy se intentó acercar, pero Draco lo detuvo.

— Sí —dijo Hades con satisfacción—. Yo me la llevé. Sabía, Percy Jackson, que al final vendrías a negociar conmigo. Devuélveme su casco y puede que la deje marchar. Ya sabes que no está muerta. Aún no. Pero si no se complaces, eso puede cambiar—

— Ah, las perlas —prosiguió Hades, Draco noto como Percy a su lado estaba pálido—. Sí, su hermano y sus truquitos. Tráemelas, Percy Jackson—

Su mano se movió en contra de su voluntad y sacó las perlas.

— Sólo cuatro —comentó Hades—. Qué pena. ¿Te das cuenta de que cada perla sólo protege a una persona? Intenta llevarte a tu madre, pues, diosecillo. ¿A cuál de tus amigos dejarás atrás para pasar la eternidad conmigo? Venga, elige. O dame la mochila y acepta sus condiciones—

Percy se veía sinceramente frustrado.

— Nos han engañado —dijo Percy molesto—. Nos han tendido una trampa—

— Sí, pero ¿por qué? —preguntó Annabeth—. Y la voz del foso…—

— Aún no lo sé —contesto—. Pero tengo intención de preguntarlo. —

— ¡Decídete, chico! —le apremió Hades.

— Percy —Grover se puso una mano en el hombro—, no puedes darle el rayo—

— Eso ya lo sé. —

— Déjame aquí —dijo Grover—. Usa la cuarta perla para tu madre—

— ¡No! —

— Soy un sátiro —repuso Grover—. No tenemos almas como los humanos. Puede torturarme hasta que muera, pero no se tendrá para siempre. Me reencarnaré en una flor o en algo parecido. Es la mejor solución—

No.

Draco sabe que no puede dejarlo, miro a Percy incrédulo de la extraña sensación de protección al pobre fauno, que tan fácilmente estaba dejando su vida por ellos; incluso por él, no señalo en lo inútil que era o como apenas si había ayudado durante el viaje.

Daría su vida también por él.

Odio esta situación.

— No. —Annabeth sacó su cuchillo de bronce—. Id vosotros dos. Grover, tú debes proteger a Percy. Además, tienes que sacarte la licencia para buscar a Pan. Sacad a su madre de aquí. Yo os cubriré. Tengo intención de caer luchando—

Idiota.

Ella también era una idiota.

— Ni hablar —respondió Grover—. Yo me quedo—

— Piénsatelo, pedazo de cabra —replicó Annabeth—

— ¡Basta ya! —Decía Percy como si doliera.

Oh.

Draco sintió algo quemar en su interior, pero no era su propia ira, era como algo adicional y esa sensación la había estado sintiendo no era totalmente suya. Claro que la idea de dejar a Annabeth y Grover no parece tan atractiva como algunos días antes seria sin duda.

Pero lo sabe.

Esta emoción, no es solamente suya.

Es de Percy.

Piensa en el vínculo, en las palabras de Quirón, en algo que los uniría y se pregunta si solo es esto…emociones, o si es algo más.

No.

Tiene que ayudarlo, es como si algo dentro de él gritara por ayudar a Percy, como si todo su ser se consumiera por ayudarlo, por hacer lo que él quiere que es salvar a los otros dos. Es como una necesidad, como cuando Vincent veía un pastel y solamente tenía la necesidad inhumana de comer, como cuando Pansy no podía guardar silencio ante alguien mal vestido.

Su interior gritaba.

“Has algo y hazlo ahora”

Su pie se mueve y se siente como si levantara un peso inimaginable en su espalda.

—Entonces es hora de negociar—habla Draco dando un pie adelante, todos voltean a verlo, pero Draco sonríe con torpeza a Hades que lo ve ahora, finalmente y es como si buscara algo—Draco Malfoy Black a su servicio—se presenta y es como si algo cayera en el rostro de Hades, quien hace una mueca mientras parte de su ira se marchita y se acomoda mejor en su silla.

—Un Black—curioso, que Hades fuera la primera persona en reconocer su apellido en todo este tiempo, pero no se queja.

Utilizaría cualquier arma a su favor.

Aunque se pregunta si esta no es de doble filo.

Su madre no había querido que supieran sobre su familia unida a dioses, pero ahora solamente puede jugar con la ola y ayudar a los tres idiotas que tiene en su espalda. Percy no se había visto afectado por el vínculo, solamente era algo que parecía afectar a Draco, o eso pensaba, es una apuesta arriesgada y como Slytherin le han enseñado a no hacer lo que piensa hacer.

—Vera, sé que ha habido un malentendido, claramente todos hemos estado siendo utilizados hasta ahora y por eso el trato más fácil que sería es un trueque—Hades levanta una ceja ante sus palabras—hemos sido utilizados y engañados, así que Percy lo que hará no es solamente regresar el rayo, si no que lograra obtener su preciado yelmo; solamente ocupamos a su… ¿madre? —pregunta volteando a Percy, quien asiente un poco confundido.

Le está dando las perlas a Grover y Annabeth, Draco las ve un poco ansioso, de que cualquier cosa podrían escapar.

Esto es una locura.

Debería escapar con ellos.

Pero pudo verlo en los ojos de Percy, cuanto quería a su madre de regreso y Draco pudo identificarse con eso, y su interior quemo por ayudar.

Debe ayudarlo, es como si algo en su cerebro gritara que debe ayudarlo.

Si este es el vínculo solo puede pensar, que lo odia, pero no hay tiempo de pensarlo. Sonríe casi con ironía ante el pensamiento de que esta por sacrificar su vida, que ironías da la vida, hace unos días esto sería impensable.

Pero su interior duele por intentarlo, por ser diferente, por no pasar una eternidad como un alma condenada.

Por ayudar a Percy Jackson.

Hades suelta una risa irónica.

—Por favor, no hay nada que puedas darme para asegurar que ese mocoso llegara a cumplir esa petición—habla con diversión y Draco lo ve con ojos brillantes.

Un reto.

Siempre le ha encantado los retos verbales.

—¿Qué hay de mi persona? —pregunta con una sonrisa encantadora, Percy voltea a verlo incrédulo, casi queriendo decir lo mismo que con los demás, pero Draco sigue hablando; se va a colocar una soga al cuello, pero no tiene muchas formas de ganar esto—tenemos un vínculo—y eso parece atraer la curiosidad de Hades—Estoy unido a Percy Jackson, así que aunque él quiera a su madre, claramente soy una mejor posesión para trueque con el pequeño semidios; sería la mejor forma de que ambos podamos vengarnos de quien este jugando con nosotros—

—Draco—sisea Percy intentando acercarse, pero Draco lo esquiva acercándose a Hades.

Su cuerpo tiembla de temor, era un olimpo muy poderoso e imponente, tiene ganas de llorar.

Pero se mantiene firme.

—¿Sabes quién es tu padre del olimpo? —la pregunta viene de Hades con un deje de interés, pero Draco debe ocultar su sorpresa de la pregunta.

—No…pero usted sabe quién es mi madre, sabe lo especial de mi sangre…tenerme como moneda de cambio podría ser beneficioso para usted incluso si las cosas saliera mal—responde con un poco de pánico, apenas contenido y con sensación de falta de aire.

Si.

Los ojos de Hades ahora parecen curiosos cuando se pone de pie en el trono, Percy parece listo para abalanzarse, pero los esqueletos rápidamente se interponen entre ambos. Ahora incluso aunque quisiera dar marcha atrás, no podría y eso lo aterra.

—Sabe que es un voto inquebrantable—

Oh joder.

Si lo sabe.

Draco ve con pánico a Hades, antes de asentir.

El Juramento Inquebrantable es un contrato mágico vinculante entre dos partes que se utiliza para comprometer a un mago o bruja a realizar una misión de carácter obligatorio, para realizar un juramento inquebrantable tiene que haber otro mago o bruja que este observado el juramento como testigo del mismo, además él o ella será el encargado de realizar dicho juramento con su varita mágica, las consecuencias de incumplir un juramento inquebrantable puede provocar la muerte de la persona que lo haya incumplido.

El juramento inquebrantable funciona casi igual como el encantamiento Fidelio o un pacto de sangre.

—Si—dice con voz suave y con miedo, lo cual es pésimo en la hora de negociaciones, pero tiene una idea de por dónde va el asunto.

Y no le gusta nada.

Hades extiende la mano, Draco la ve aterrado, no hay otro mago o bruja, ni siquiera sabe si Hades puede hacer magia; no es esa clase de olimpo.

—Haremos algo similar, juraras a favor de que Percy Jackson cumpla su palabra, no solamente si él robo el rayo morirás al instante y tu alma es totalmente disponible, si no me regresa el yelmo…tu alma ira directo al tártaro—

Bien.

Esto no está nada bien.

Draco mira sobre su hombro, Annabeth, Grover y principalmente Percy se encuentran en shock; al ver los ojos de Percy puede sentir una angustia por él, algo que parece el golpe de la impotencia y el enojo. Esto del vínculo realmente es doloroso, pero se mantiene firme viendo a Hades frente a él.

Su mano se extiende aun frente a él.

—Percy—dice con voz temblorosa, este lo ve listo para arremeter contra Hades con tal de ayudarlo—más te vale no tardar—añade tragando saliva, su madre iba asesinarlo si sabe que sus intentos de protegerlo lo llevaron a apostar su alma en el inframundo.

Si.

Si sale de esto, su madre no sabría nada.

—Juras ante el rio Estigia que, si Percy Jackson es el ladrón del rayo y no regresa mi yelmo, tu alma quedara ante mi entera disposición—habla Hades con una sonrisa.

No.

No quiere jurar.

—Draco no, un juramento ante el rio Estigia no lo hagas—chilla para su sorpresa Annabeth, pero no puede hacer nada porque un esqueleto la ha sujetado.

Otros sujetan a Grover también que no deja de retorcerse, al tiempo que Percy también lo hace por otro de esos.

—Juro que te daré mi alma si miento, pero además de esto solo lo hare si juras ante el rio Estigia también que enviaras sanos y salvos a Grover, Annabeth, Percy con el rayo y su madre de regreso fuera del inframundo—dice con un tartamudeo, pero el mentón en alto.

Hades sonríe ante eso.

—Lo juro—susurra Hades y Draco se rinde.

Cuando toma su mano, es como si algo quemara en su brazo, no sabe si el voto inquebrantable se siente así, pero es como si cuerdas salieran de ambas manos atándose entre ellas; son invisibles, pero queman su piel. No es magia, es algo más poderoso y Draco ve asustado cuando Hades levanta la esfera donde la madre de Percy había estado.

La arroja hacía Percy, quien, al sujetarla, esta se libera mostrando a una mujer de cabellera castaña inconsciente entre sus brazos.

Percy niega, pero es como si la niebla los rodeara y sus amigos con la madre de este desaparecen de su vista.

Quedando solo.

En el inframundo.

Voltea a ver a Hades que regresa a su trono, viéndolo con una sonrisa, Draco se mantiene firme en el suelo, pero cuando un esqueleto lo levanta; bueno, su vida había sido buena.

.

.

Ser una moneda de trueque y esperar que Percy cumpliera la parte del trato, no era tan divertido. Draco fue rápidamente puesto en una habitación extraña, tenía una cama, una mesa, pero no había libros o nada que hacer. No sabe si el tiempo aquí pasa igual que en el exterior, pero aunque hay una muy clara distancia entre sus amigos y Percy, es como si pudiera sentir sus emociones. Era de una sola vía, duda que Percy tenga algo que ver, pero puede sentir la frustración, enojo y alivio del hijo de Poseidón.

La última parte es por su madre, casi puede jurarlo, aunque cuando el alivio llega, también lo hace la culpa.

Espera que sea mucha culpa.

Está atrapado en el inframundo por ellos.

Quién lo diría.

El egoísta y mimado (palabras de Blaise no suyas) Draco Malfoy ha dado su vida como moneda de cambio para salvar a muggles.

No.

2 semidioses…y un fauno…y una muggle.

—Hora de la cena—dice una de las furias cuando pasa lo que parece una eternidad, tenía intenciones de quedarse en su cama todo el día, pero supone que salir a estirar sus piernas no está mal.

Se siente mucho más tranquilo de lo que pensaba, para ser un rehén.

El enorme palacio es una réplica del Olimpo (la furia parece orgullosa de esto), ya que Hades no es bienvenido en el Olimpo, a menos que sea el solsticio de invierno. Es negro y bronce, se menciona que el palacio cuenta con varias salas magníficas hechas enteramente de plata o de oro, ya que Hades es también el dios de la riqueza.

Frente al palacio se encuentra el Jardín de Perséfone, en el que se encuentran cientos de las estatuas de piedra que vendía Medusa. Una persona sólo puede llegar al palacio de Hades si este desea que lo haga. Si no lo desea, la persona simplemente sigue caminando por la eternidad sin nunca llegar a él.

Cuando llegan al comedor, Draco se sorprende de ver solamente a Hades esperando en la mesa.

Si.

Esto es, voltea a ver con ganas de escapar, pero recuerda que no puede y maldice antes de tomar asiento. Hay mucha comida, lejos de verse podrida, tiene buena pinta y no puede recordar la última vez que estuvo en un comedor tan elegante para comer algo; probablemente desde sus días en la mansión Malfoy.

Era difícil creer que apenas habían pasado semanas desde entonces.

—Sabes que, entre todos los dioses, solamente Hécate está autorizada a tener hijos con magos—comenzó Hades curioso, a lo cual Draco se retorció incomodo.

—Se supone que los tres grandes no deberían tener hijos, pero mira a Percy, así que no veo porque otros no romperían una especie de “pacto”—contesta masticando la carne de…realmente no está seguro de querer saber de donde procede esta carne.

Hades sonríe como si le hubieran contado una broma.

Draco sigue comiendo.

—La sangre de un olimpo no debe unirse a la de los magos, Hécate fue una de las que impulsaron la magia en humanos, pero no fue la única…su sangre se combina, su sangre se complementa bien. Pero la de un olimpo no, un hijo con descendencia de dioses y sangre de mago, especialmente de una familia tan milenaria como la Black; Ya una vez fue un peligro—

—Me gusta la familia de mi madre—

—Tu padre sin duda no estaría pensando con la cabeza, aunque ahora seas un mocoso inútil, simplemente vas a ser un completo dolor de cabeza; que puedas tener vínculos con otros, es un mal augurio—

Eso llama la atención de Draco.

—¿Es tan especial?, un vínculo—

Hades lo ve fijamente curioso, antes de sorber parte de su copa de oro con gemas preciosas, ahora entiende porque dicen que los Malfoy son derrochadores, aunque jamás llegarían a los pies de este idiota.

—Peligroso, una amenaza, los semidioses siempre son un dolor de manejar…pero si tu padre es quien creo que es, probablemente estoy en presencia de un peligro mayor de lo que temía—

Eso lo alerta.

—¿Sabes quién es mi padre biológico? —su padre siempre será Lucius Malfoy, pero no puede decir que ahora no se encuentra curioso al respecto.

Hades lo ve, siempre con esa mirada curiosa en sus ojos, como si estuviera intentando ver algo dentro de él. Pero cuando una Furia entra por la puerta, anunciando que el yelmo de Hades había sido regresado; bueno, Draco se siente feliz.

Percy cumplió.

Rápidamente supone.

Pero ahora no tiene respuesta a su pregunta.

—Espero equivocarme en mis pensamientos, pero recuerda esto Draco Malfoy—dice Hades levantando la copa—pude elegir asesinarte a ti…y tus amiguitos, así que supongo que la próxima vez que yo necesite algo, recuerdes mi generosidad—musita con una sonrisa.

Todo a su alrededor parece volverse oscuro y Draco lamenta haber comido, porque cuando todo deja de dar vueltas, Draco solamente puede girarse y vomitar.

Idiota.

Todos los Olimpo.

Idiotas.

Continuara

Draco Malfoy y los héroes del Olimpo - Chapter 5 - Luka_sama - Harry Potter (2024)
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